Durante mi infancia crecí rodeada de mujeres. De todas las edades, pensamientos, intereses… Para mi era normal y lógico, no sentí que tenía que competir con ninguna. Más bien nos servíamos de apoyo en los momentos que estábamos juntas. Con el tiempo, eso fue cambiando y empezó a sembrarse en mi mente la semilla de “las mujeres somos peores entre nosotras” o “prefiero estar con hombres que con mujeres”. Esas ideas con las que a veces nos dejamos influenciar y que no son más que eso, ideas.
Pero gracias a los años y mi trabajo, pude recordar lo que significaba compartir con otras, nuestras inquietudes, miedos, alegrías. Me reconcilié con mi lado femenino, y sobre todo, desterré esas ideas que no eran más que fruto de las experiencias de otros.
La culminación de todo esto fue la llegada al Círculo de Mujeres Alma de Luna. Hacía tiempo que sentía la llamada a esa tradición antigua de reunirse, compartir, trabajar las experiencias y sobre todo, sentir que podemos apoyarnos entre nosotras. El círculo llegó en el momento justo, donde me sentía en paz con mi lado femenino y a la vez, sentía que para trabajar esas sombras que quedaban en mi, necesitaba dejar de ser una “loba solitaria” y encontrar el cobijo de un grupo. Dentro de nada va a hacer un año que llegué a aquella reunión donde precisamente, tocábamos el merecimiento. Y sentí que de alguna forma la vida me decía que tenía que aceptar que merecía esto, merecía darme la oportunidad de formar parte de algo así. Dejarme ayudar, ayudarme a seguir creciendo y aportar lo que pudiera para ayudar a otras.
Viendo en perspectiva desde ese primer día, sólo puedo sentir agradecimiento. Y que soy muy afortunada. Porque vuelvo a vivir esa sensación de comunidad, de estar rodeada de mujeres que son distintas, que aportan una visión particular del mismo punto y que a la vez, somos capaces de caminar en la misma dirección. Nuestras diferencias son enriquecedoras porque nos une la intención de compartir con la otra y de seguir creciendo como personas. En el mundo que nos toca vivir hoy, con sus cosas que nos gustan más o menos, contar con algo así es una bendición. Porque aporta luz, hace que esa luz te la lleves a tu entorno y de alguna forma que quizá no somos capaces de ver todavía, contribuimos a que poco a poco se extienda en los corazones de más y más gente.
Yasmina Sánchez, 42 años
Profesora de Danza, Yoga y “maker”
@yassanchezb
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